Por el camino del mundo de los hongos

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  • Una joven estudiante de biología recorre un bosque para descubrir nuevas especies en Chiapas

Cae la lluvia y Aranza Sánchez busca sigilosa en el bosque, entre árboles, en el lecho de ramas y hojas degradadas.
–Aquí hay una – dice de repente.
Pone el cesto al piso y se acuclilla ante la flor del hongo que tiene la forma del sol de una despejada y fresca mañana.
De la húmeda tierra brota un filamento que a centímetros del suelo despliega un circular techo de suave tela amarilla y finas nervaduras paralelas.
Una especie más en medio del parque ecoturístico Tzimbac, de los bosques y laderas del municipio de San Fernando, que este sábado despliega su verdor bajo la neblina que juega con el viento de las alturas.

Tras ella llegan su padre Víctor Hugo Sánchez, quien ha despertado su interés por el conocimiento de los hongos a raíz de que su hija se interesó por la micología, y el biólogo taxónomo de hongos Freddy Chanona, quien la asesora en su tesis con la que buscará graduarse en la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas. Cada quien saca de su bolsillo el teléfono móvil y, sin importar la lluvia, que ya cae copiosa, hace fotografías.
Ambos, además de Aranza, llevan en su teléfono una amplia galería de imágenes fotográficas y de videos de las flores de hongos que empezaron a aparecer más, en todas partes, con las primeras lluvias en Chiapas y la zona centro del estado. Las hay de todos los colores y de formas tan diversas.
Hay hongos en los troncos de los árboles, bajo las cortezas, bajo hojas secas, entre hojas secas; el taxónomo Freddy Chanona dice que en el estado podrían existir entre 49 mil, 50 mil especies, y no 10 mil o 20 mil como se ha dicho; se tiene el registro de mil 300; y expresa que hay campo virgen para una comunidad de micólogos o micólogas muy pequeña, apenas de unos cuantos estudiosos. Aranza Sánchez y otra alumna del biólogo Chanona son de las pocas personas jóvenes que en la entidad se estarían especializando en la taxonomía de los hongos.
Y esta mañana, aquí en este parque ecoturístico que es parte del Área Natural Protegida Villa Allende que conecta con la reserva de El Ocote y el Parque Nacional Cañón del Sumidero en el Centro de Chiapas, Aranza vino a continuar con lo que comenzó en agosto del año pasado, cuando decidió enlistar las especies de hongos que habitan esta área que ofrece las frescas aguas de sus cascadas y arroyos, las amplias sombras de sus árboles, las altas vistas de sus montañas y su cielo revestido de blancas nubes por las mañanas, ubicada a unos 30 kilómetros de Tuxtla Gutiérrez.

Al final del recorrido, dirá que lleva enlistadas 185 especies que se encuentran en este parque. Y el taxónomo Freddy Chanona agregará que con lo colectado hoy, ya completa 200 especies. Por el momento, la vista de Aranza ya está fija en otra especie, en una flor tono café claro, de grueso tallo y una copa terminada en punta. Hay otra de tamaño menor al lado. Pertenece a una especie que ya se ha colectado en otra de las visitas, porque de agosto a la fecha Aranza ha realizado un promedio de 20 colectas. Fredy y Víctor Hugo se adentran al bosque, las ramas y los árboles escurren lluvia, más allá, en la parte baja, se oye que sube el rumor de un arroyo.
Agua baja, se ha henchido con las aguas de las lluvias y parece celebrarlo al precipitarse ruidosa a corta altura, desde donde majestuosa se despliega abrazada a un delgado tronco otra flor de hongo. Los biólogos, entre ellos Freddy Chanona, explican que lo que se observa de los hongos a la intemperie es la flor, es el fruto de la que caen las esporas para seguirse multiplicando, porque el verdadero hongo, un entramado de filamentos, permanece bajo la tierra, bajo la corteza de los árboles o bajo la húmeda capa de hojas caídas. Y esta flor, la que se muestra a la orilla del arroyo, tiene la apariencia de que ha surgido para desafiar el tiempo, con su presunta consistencia.

Pero como los hongos, la mayor parte constituidos de agua, no duran mucho tiempo ya colectados, Aranza Sánchez trae entre sus insumos para la colecta unos pequeños frascos con alcohol, a los cuales llegan a parar los hongos que tienen esa consistencia gelatinosa o aquellas especies diminutas que bien podrían perderse en el mismo entramado del cesto que los micólogos usan para recoger hongos y permitirles que suelten las esporas a través de los filtros del propio canasto, de modo que se les ayuda a esparcir las semillas. Y ya con varias flores o frutos de hongos en el recipiente, Aranza ha recorrido por hoy ya varios kilómetros de este parque y muestra la alegría de alguien que está por concluir satisfactoriamente la labor que más le gusta en la vida.
–Es que los hongos me abrieron un mundo nuevo -expresa mientras toma un descanso junto a su padre y el biólogo Freddy. Y cuenta que cuando se encontró por primera vez con los hongos, supo que a eso se dedicaría, que en eso estaba su vida, y que este primer trabajo de listado de especies que realiza ha sido la confirmación de su vocación.
Su maestro, el taxónomo, asiente con alegría y aire de orgullo. Él mismo lleva décadas de su vida dedicado a la disección de los hongos. Se ha dedicado al estudio de los hongos tóxicos y venenosos en Chiapas, tiene varios libros publicados, y ha apoyado tanto a biólogos y a médicos en la ayuda a personas que se intoxican con el consumo de hongos silvestres tóxicos que llegan a confundir con los comestibles. Su dedicación al mundo de los hongos le permite también ver con mayor claridad el potencial que tienen los hongos no sólo en el ciclo de la naturaleza sino en la industria de los alimentos y en la de la medicina.
Y Víctor Hugo cuenta que la relación de su hija con el universo de los hongos ha puesto también a él ante el vasto conocimiento que significan estas especies no sólo para Chiapas sino para la vida misma. Dice que de entrada ya sabe cuáles especies puede comer y cuáles no.

Es conocimiento, expresa Aranza, y dice que de la gran variedad de hongos, sorprenden los distintos colores, las distintas formas. En este parque ecoturístico Tzimbac ha encontrado alrededor de 200 especies en el tiempo que lleva colectando, de las cuales ocho son de nuevo registro para Chiapas y tres para el país. Y tres son especies que se encuentran en peligro de extinción. Sonríe. Está contenta.
Se ha calmado la lluvia, el viento sacude de los árboles las gotas, se escucha una mezcla de canto de pájaros, es más del mediodía, las aguas de una cercana y bella cascada se unen al ruido natural del bosque. Quizá vuelva a llover más tarde. Aranza, su padre y el taxónomo Freddy Chanona toman el camino de retorno a casa.

 

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