No era un sueño

Fecha:

Por Edgar Núñez Jiménez

María Sosa López, 68 años, Honduras,
Caravana de Madres de Migrantes Desaparecidos

Vengo de Honduras, departamento de Choluteca, y busco a mi hijo. Él tenía 20 años cuando se vino de allá, hace siete años. No se me olvida nada de él: es blanco y tiene el pelo colochito.

A él le gustaba hacerme comida. Yo trabajaba y él era cariñoso; me abrazaba, me decía cosas bonitas cuando yo me enfermaba. Una vez que tuve un sangrado de nariz me dijo: “¡Mamita, no me vayas a dejar solo!”. Él pensaba que yo me iba a morir. Tengo dos hijos más: una niña y un varón y tuve un aborto. El que ando buscando es al menor.

Antes de que se fuera yo estaba platicando con él.
–Me voy a ir a perder cinco años –me dijo.
–¿A dónde te vas a ir a perder? –le pregunté.
–A Estados Unidos.
Se quería ir con el papá, porque él vive allá.
–¡Uy!, vos te vas a ir a perder, ¿cómo me vas a dejar aquí?
Yo sólo vivía con él y un hermano mío.
–No –me respondió, porque tiene un hijo–. Ahí te va a quedar Johnny.
– Johnny no me queda, porque la mamá no me lo da –le contesté.
–¡Ah!, pero queda mi tío Chungo. –Chungo le decía él, porque se llama Jesús.
–¡Chungo qué!
–Pues ahí queda Erick. –Que es otro nieto mío.
–¡Oh, peor!, ese menos que me lo den.
–Entonces me voy a perder dos años.
–Dos años puede que aguante, pero cinco creo que ya no –le respondí.

Entonces pasaron los días hasta que le avisaron. Él ya estaba engatusado: tenía cuatro años de que se quería venir y se quería venir. Yo lo entretenía y le decía que íbamos a sacar la visa para venirnos los dos.

Cuando llegó el día me dijo:
–Mamá, fíjese que una señora va para allá, una mentada coyote.
–¿Y te vas a ir? –le pregunté.
–Sí, sí me voy a ir.
Yo no quería, yo le hacía así para que se disimulara. Y se vistió con ropa nueva: un pantalón jeans oscuro y una camisa café. Y le fue a decir a sus amigos que él ya se venía. Cuando lo miré, él me dijo:
–Mire mamá, si no quiere que yo me vaya con esa señora, sea como sea, aunque sea escondido me voy a ir.
Entonces me dije: “Para que se vaya escondido, mejor lo mando con esa coyote, porque ella ha de conocer”. Y decidí irlo a dejar.
–Si por algún caso no está esa mujer, vamos a ir a donde mi tío –me dijo cuando íbamos para allá.
Y yo en el bus iba rogándole a Dios de que no estuviera. Pero no, allí estaba esperándolo.
Él iba a Nueva York, salió el 10 de diciembre del 2013 y llegó a Nuevo Laredo el 15 de ese mismo mes. Él me llamó desde ahí y me dijo:
–Mamá aquí estoy.

Me llamó cinco veces para que yo le mandara dinero, él había llevado un poco pero no era suficiente, le cobraban mil ochocientos dólares la pasada del río y ocho mil dólares para llevarlo hasta con el papá. Con su papá habló al siguiente día, quiere decir que él estaba ahí en Nuevo Laredo. Y al tercer día habló con un muchacho que es familia de un sobrino mío, habló con él para pedir dinero y cruzar el río, porque supuestamente la coyote se había comido el pisto y no los pasó, por eso digo que él está allá en Nuevo Laredo.

Desde el 2013 no sé nada de él, tampoco el papá sabe, él está investigando también allá por su cuenta. Una sobrina me dijo que, supuestamente, su hijo le informó que lo habían visto como pasante, yo no sé qué es pasante, ¿o será que de pasada es que lo vio allá en la frontera? Me dijo que no me preocupara. Eso tiene ya dos años.

Yo siento que él está vivo. Mi corazón dice que mi hijo está bien, si no está casado debe estar trabajando, pero no me parece que le haya pasado algo, él está viendo allá cómo hacer dinero. Yo lo que pienso es cómo estará sufriendo y le pido a Dios que ojalá no sufra, que aunque sea para la comida tenga.

Hace cuatro años me integré a la caravana y cuatro veces he venido en la búsqueda. La primera vez no encontré pistas, porque la fotografía que traía era de la identidad y se veía medio borrosa. En el 2017, en la segunda caravana, sí encontré información. En el 2018 y este año también me dijeron que lo habían visto trabajando allá en Paredón, Chiapas, en Tonalá, que en una playa descargan tiburones y que en las bodegas lo vieron trabajando. Pero de eso no he recibido ningún resultado. Supuestamente los del grupo Beta iban a ir, que ellos son los que buscan, pero saber si fueron, yo creo que no los buscan.

Yo vivo con angustia todos los días, mire cómo está mi carita. Una vez, en Honduras, estaba cociendo un osmil, una leche, en la cocina. Y entonces yo sentí…bueno [Pausa]… miré que él se metió y se sacudió los pies.

–Mire mamá –me dijo, tenía unos lentes en la mano, llevaba un pantalón jeans y una camisa azul manga larga.
Y lo miré, pero yo estaba haciendo el coso ese. No estaba soñando y se me presentó y me dice:
–¿Verdad que me va a dar el osmil?
Pero de repente se me fue todo. Él se me presentó como una aparición, era en el día, como a las diez de la mañana, de repente me pegó eso así, ¿será Dios que me quiere iluminar algo? Yo sólo lo sueño así, pero esa vez, le digo, no era un sueño.

Édgar Núñez Jiménez (2024). Esporas. Tifón Editorial. México.

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